martes, 4 de octubre de 2016

LA CRAZY RACE O COMO PERDER LA DIGNIDAD EN 7 KILÓMETROS... PARTE 1

Buenas tardes fanses y fansas.
He venido a hablaros de una de las carreras más duras de mi corta y minúscula existencia en este planeta llamado Tierra.
Sin saber cómo, me vi enredada en una telaraña tejida por mi familia y agregados, que me hicieron participar en una de esas ideas descabelladas que, en teoría, nos haría pasar un buen rato... Total, si sólo íbamos a andar rápido...
Al oír la frase "Carrera de obstáculos", un escalofrío recorrió mi escultural cuerpo, desde la uña del dedo meñique del pie izquierdo, hasta el último de mis pelos con puntas abiertas de mi cabeza ("nota mental: llamar a la Isa, mi peluquera... que hace tiempo que no leo revistas del corazón y no se como van las "Campos" y la "Esteban" y eso me tiene en un "sinvivir").
En mi cerebro, se agolpaban imágenes de películas como "La teniente O´Neil", "Rambo", "La chaqueta metálica" o "Loca Academia de Policía... la dos, no al uno".




Aquello ya era sufrir por sufrir.
Pero ¿cómo decir que no a una actividad grupal que estrecharía los lazos de nuestro amor fraternal e insondable amistad? Imposible negarme. Y más, después de escuchar una de esas frases que siempre son el principio de algo GRANDE... "¡No hay huevos!"
Ahí ya si que me salió el espíritu competitivo y ganador y sentí que el poder de Chuck Norris invadía cada uno de mis poros. "Cuenta con mi hacha", les dije a mis compañer@s de fatigas.
"Déjate de hachas y suelta la pasta", fue su respuesta. Y es que, hasta para sufrir, tienes que pagar un precio.
Estaba decidida. Tenía poco más de dos meses para prepararme.
Introduje ejercicios en mi rutina diaria: cambié de televisor a uno de esos antiguos con botones, para levantarme a cambiar de canal; le quité las ruedas a mi silla del trabajo, así me desplazaría a pie por la oficina, subía una planta más en el ascensor para bajar un tramo de escalera de seis escalones... Oye, que empecé a notar una disminución de volumen en la zona abdominal que me dejó patidifusa.
También quise cuidarme en la alimentación: empecé a dejarme los bordes de la pizza de pepperoni, la corteza muy dura de los torreznos (dicen que ahí se acumula toda la grasa mala, el resto es todo de la buena), quité el pan de mi día a día y mojaba el huevo directamente con las patatas fritas y el chorizo, a los pasteles de carne le quitaba el huevo...
Sería imposible no llegar de las primeras en aquella competición. Todo jugaba a mi favor, lo tenía claro. Me sentía liviana cual hoja que mece el viento en otoño pero a la vez, con una fortaleza propia del mismo Hércules.
Los días pasaron y la ineludible cita llegó... pero eso ya, os lo relato en mi siguiente entrada!
Aquí os dejo alguna foto para saciar vuestra curiosidad...





P.D. El por qué llevo unas bragas azules os lo cuento también en el próximo post.


Saludos!!!!